jueves, 29 de abril de 2010

La leyenda del hornero



Cuentan que en las tribus que habitaban a orillas del río Paraguay, cuando los muchachos llegaban a cierta edad debían pasar tres pruebas. La primera consistía en correr muy rápido, mucho más que el viento veloz.

Para superar la segunda tenían que nadar de un lado al otro del río. Por último debian cumplir con un extraño ritual: quedarse acostados sin moverse muy quietos, tan quietos que no podían ni siquiera pestañar durante un largo tiempo. Todos los jóvenes de esa tribu se entrenaban con gran dedicación para poder pasar esa prueba. Aprobarla, significaba pasar a ser adultos.

Una vez, existió un joven llamado Jahé que sorprendió a todos con su destreza. Cuando le tocó realizar la primera prueba, muy pronto dejó atrás a los demás competidores. Cuando cruzó el río, mientras los otros luchaban para que la corriente no los llevara, él juntaba piedritas de colores que encontraba en el fondo. Cuando debió permanecer acostado, el se mantuvo tan quieto, que por más que saltaban y hacían bromas a su alrededor, él permanecia inmóvil como una piedra. Así Jahé, pasó a ser un adulto. Lo que nadie sabia era que mientras el joven corría, en las alas del viento escuchó la voz de una mujer como el canto de un ave. Esa misma voz fue la que lo alentó mientras cruzaba el rio Paraguay y la que le permitió concentrarse cuando debió permanecer quieto.

Como era costumbre en esa época, el jefe de la tribu premio a Jahe concediéndole la mano de su hija. Jahé no podía aceptar ese ofrecimiento, pues la melodía que escuchó durante la prueba lo acompañaba dia y noche. Jahe se había enamorado. El jefe de la tribu comenzaba ha impacientarse por la falta de decisión del joven.

Una mañana el muchacho elevó sus brazos pidiendo a su amada que lo ayudara a decidir. Entonces volvió a escuchar su vos. Las manos de Jahé comenzaron a moverse al compás de una suave música, hasta que tomaron el movimiento de las alas de un pájaro. Los que observaban la escena vieron con asombro como el cuerpo del joven comenzaba a transformarse en un pájaro y se perdía volando en el aire. El ave de color pardo y desapareció en los bosques que bordean el Paraguay. Busco entre los árboles a su amada pero no la encontró. Construyó una casita de barro para resguardarse de los rayos, los vientos y las lluvias. Por fin una mañana la dulce cantora se posó en su nido y desde entonces es su compañera.


de: Bárbara María KÖhler y Fatima Daveta

1 comentario:

prof. Laura Blanes dijo...

¿MUy bien, chicas! Gracias por buscar y publicar esta leyenda. No la conocía ¿dónde la encontraron? Saludos