viernes, 14 de mayo de 2010

Entrevista al cientifico paleontologo Fernando Novas

- ¿Cómo fue su infancia?

- Bueno, yo nací en Buenos Aires en 1960, en la actualidad tengo 50 años y comencé con mi interés en la paleontología cuando tendría 11, esto es en el año 1971, en ese año era muy poco lo que había de oferta en las librerías acerca de paleontología, de los dinosaurios en particular pero bueno los pocos libros que ví eran dos, en realidad fueron los que me motivaron a estudiar paleontología.

- ¿Dos libros?

- Dos libros solamente había en aquel entonces uno que se llamaba “Los animales prehistóricos” que era de dos autores checoslovacos uno artista otro paleontólogo, un libro hermoso y otro un libro mucho mas chico de un autor que no recuerdo, que era un libro para chicos sobre animales prehistóricos. Esos fueron los que me impulsaron después a continuar, a buscar información. Vine mucho al museo, venia a la biblioteca consultaba trabajos, pedía y hacia muchas fotocopias así que tuve una enorme biblioteca de fotocopias que eran de trabajos técnicos, ósea que entre esos libros de divulgación no había nada al trabajo técnico entonces tuve que aprender un montón de cosas, familiarizarme, pero bueno, todo se aprende.

- ¿Conoció a otros científicos de otros países?

- Si, esto de venir acá al museo fue digamos un impulso muy importante para que yo pudiera, no solamente aprender, cosa que lo hacia en la biblioteca, sino cuando me acercaba, iba preguntaba en el subsuelo del museo en la sección de paleontología, entonces ahí era donde conocía a los paleontólogos, la gente que estaba ya trabajando sobre el tema, que a mi parecía algo misterioso y además sumamente atractivo pensar que había gente que realmente ya se estaba dedicando a investigar y así fue como a lo largo de varios años fui conociendo prestigiosísimos paleontólogos del exterior, como por ejemplo Bryan Patterson. Bryan Patterson lo conocí cuando yo tenia 17 años y después cosas de la vida que me llevaron ya como profesional, ganarme un premio Bryan Patterson, así que realmente me acuerdo cuando tenia 17 años cuando lo conocí a este hombre, muy amable, después conocí a George Gaylord Simpson, y Simpson fue uno de los padres de la teoría moderna de la evolución siendo paleontólogo norteamericano, estuvo dos veces aquí, en la Argentina y lo conocí a el, me firmo sus libros, ósea que cuento con la firma de Gaylord Simpson que es una de las cosas que dentro del mundo de los biólogos al que se lo digo se asombra, le gusta, decir “Huy, que bárbaro, tenés la firma de Simpson” pero a su vez, después por supuesto algo crucial, los paleontólogos argentinos, José Bonaparte, el primero, que fue mi director, y bueno fue la persona que renovó toda esta sala de paleontología del museo, hizo grandes descubrimientos de dinosaurios. Osvaldo Reig, otro de los grandes de la paleontología, Rodolfo Casamiquela, esos fueron mis tres grandes referentes, Rosendo Pascual del museo de la plata Zulma Gasparini y bueno ahí fueron apareciendo cada vez mas y mas y mas. Esos fueron digamos mis maestros, mis inspiradores. Uno solo no se puede formar, si hubiera leído solamente libros hubiera tenido una cultura aceptable. Pero el hecho de venir al museo, conocer otra gente, ver los materiales y que además se te dirijan y te sugieran: “No, tenés que hacer esto, tenés que ir por este camino” eso también es crucial para la vida de uno.

- ¿Qué trabas encuentra en la paleontología en la Argentina?

- Mirá, las trabas durante muchos años han sido las de conseguir fondos para investigaciones, por suerte en los últimos, te diría, 10, un poco mas también, ha habido un cambio muy importante se ha generado un ministerio de ciencias, además una agencia de promoción científica y técnica, el CONICET mismo son entidades muy importantes, muy fuertes que son las que nos pagan el sueldo, el CONICET me paga mi sueldo, como así también brindan estas entidades subsidios de investigación. Si uno cobrara un sueldo pero no tuvieras dinero para salir al campo, con el sueldo no te alcanza, porque tenés que irte a la Patagonia y no podes pagar la nafta, alquiler de un vehiculo, pagar a la gente preparar el material, comprar cosas para lo que es el resto del año, como así también ir de viaje al exterior para comparar un dinosaurio con otro dinosaurio descubierto en África, entonces todo eso es sumamente importante que en Argentina se cuenten con subsidios de investigación entonces lo que en algún momento pudo ser una traba, la no existencia de fondos, hoy por hoy por suerte contamos con esas fuentes, hoy por hoy sabemos que la Argentina es un país que tiene sus vaivenes y tiene obviamente vaivenes de tipo político y obviamente de tipo económico, ósea hoy por hoy estamos disfrutando esta circunstancia de bonanza, esta circunstancia propicia para realizar investigaciones. Tenemos plata.

- ¿Qué es lo que lo mantiene estudiando en la Argentina?

- ¿Que es lo que me mantiene estudiando en la Argentina? Son varias cosas que tienen que ver mas con los afectos que con la ciencia, tiene que ver con la cultura. A mi me encanta el país con sus pros y sus contras, estoy adaptado a esta sociedad y si bien me ofrecieron para ir a trabajar a Estados Unidos y Canada, no lo haría porque no me sentiría cómodo, por esa razón, seguramente si fuera a trabajar a Europa, Estados Unidos o Canada tendría todo, pediría por teléfono, “Necesito tal bibliografía” y la tendría al instante pero la verdad acá tengo un montón de otras cosas y las tengo también al instante y no necesariamente es una bibliografía no me voy a morir por no tenerlo, pero si no pudiera hacer por ejemplo un viaje de vacaciones de invierno con mi familiar a Córdoba y estuviera viviendo en Canada, en el mejor lugar realmente que extrañaría. Un viaje a Córdoba te lo cambio por disfrutar lo nuestro, insisto, con sus pros y sus contras, que sabemos que tenemos muchas, pero estoy adaptado a esta cultura por eso no me voy, en este país se puede trabajar y la verdad que hay un montón de cosas que rinden mejor aquí que en el exterior, por lo menos para mi.

- ¿Esta realizando alguna investigación actualmente?

- Estamos haciendo varias líneas de investigación, las dos principales son, analizar el origen de los dinosaurios, porque es en el oeste de la Argentina tenemos una gran cantidad de datos de esqueletos de los que esta representando los primeros dinosaurios del mundo, en todo esto a su vez me permite relacionarme con colegas de la India, de Brasil, competir, y esto nos encanta, con los ingleses y los norte americanos y sacar un nuevo descubrimiento para rechazar alguna idea o modelo previamente propuesto por ellos y el otro gran aspecto que estamos analizando, que es uno de los que mas me fascinan, es el del origen de las aves, ese tema siempre estuvo restringido a manos de paleontólogos norte americanos, ingleses y alemanes, fundamentalmente porque el registro fósil de esos tipos de animales, por ejemplo el velocirraptor proviene de Mongolia, estudiado por norte americanos, el arqueopterix, el ave mas antigua conocida descubierta en Alemania, obviamente estudiada por europeos.

En el año 1996 gracias a subsidios del National Geographic descubrí en Neuquén a un eslabón perdido, tres dinosaurios y aves. El otro gran tema que estamos analizando es el origen de las aves como es que te decía, que estaba en manos de los norteños, pero bueno, en el año 1996 hicimos esta expedición a Neuquén, descubrimos el unenlagia, esta mitad ave, trabajo que fue publicado en la revista Nature, que es una revista de difusión de mucho prestigio, muy difícil de publicar allí, pero bueno, lo aceptaron el trabajo, esto tuvo difusión a nivel internacional, y ese fue el primer paso para meterme en el tema del origen de las aves, después siguieron otros hallazgos y justo, cosas de la vida que se fueron combinando, viajé a Alemania y me invitaron a estudiar un esqueleto del microraptor, que es un dinosaurio chiquito carnívoro, un ejemplar de 60 cms de largo, que lo tienen en un museo en Frankfurt, es un nuevo ejemplar de microraptor, microraptor es un animal emplumado, alado que nos desconcierta porque, si, brinda información sobre el origen de las aves pero nos esta contando que la historia es mucho mas complicada, mucho mas compleja de lo que imaginamos, así que bueno, ahora, en 20 días mas salgo para allá con mi grupo de trabajo vamos a tratar de analizar este descubrimiento, integrarlo con los hallazgos que hay de China, de la Argentina, de otras partes de mundo también y contribuir esos son los dos puntos de interés hoy por hoy. Esos son los dos grandes proyectos. Después hay un montón de cosas mas alrededor pero lo mas importante tiene que ver con esos dos aspectos temáticos. Origen de los dinosaurios. Origen de las aves.

- ¿Tiene algún tipo de prohibición en los países extranjeros como Estados Unidos?

- Por suerte no se le prohíbe nada a nadie, que los norte americanos vengan acá, nosotros que vayamos allá. No prohibición, no. Son temas que hasta hace unos años estaban en manos de ellos, porque ellos tenían esos fósiles y nosotros mirábamos de afuera.

- ¿Cree que el gobierno debe interesare un poco mas en la ciencia?

- Absolutamente. El gobierno por suerte se esta interesando por la ciencia, demostración de eso es la creación por primera vez, en la historia de la Argentina, de un ministerio de ciencia y técnica. Recordemos que yo estoy hablando desde mi visión paleontológica pero la ciencia se compone de una enorme variedad de ramas de las cuales la tecnología, la genética, de distintos aspectos, también esta siendo un enorme apoyo, axial que esto es un granito de arena el tema paleontológico en un mundo sumamente variado. Conclusión. Si, yo veo que eso si lo esta apoyando. Porque uno siempre también tiene la queja, yo no soy kirchnerista y no soy de ningún partido político pero realmente que la política científica que esta llevando a cabo este gobierno ojala que la mantengan los que sigan, en contraposición debemos decir que en la época de, por ejemplo, de Menem, o de de la Rua, realmente no había interés, los sueldos eran bajos, no había subsidios, no era tan grande el soporte como lo tienen hoy y al contrario, en la época de de la Rua, López Murphy salio a recortar todavía mas el presupuesto que teníamos yo creo que hay otros candidatos como Macri, que no les importa lo que sea ciencia, ni sociedad y que es muy probable que si llegan a subir como gobernantes, recorten todo eso que esta destinado, porque lo ven como una cosa que tiene que ser eficiente, tiene que haber dinero como el club Boca Juniors entonces no estamos hablando de club donde Macri pudo haber estado muy bien, estamos hablando de un país compuesto por facetas que exceden holgadamente el deporte, sino que tiene que ver con otras cosas y otras facetas e invertir en ciencia es muy importante, eso esta demostrado. Lula, sin ir mas lejos, el que en este sentido tiene una política en general y científica en particular que es mucho mejor que la del gobierno que tenemos nosotros aquí en Argentina. Lula esta haciendo inversiones fenomenales en educación e inversiones fenomenales en la ciencia, y así les va a los brasileros, están publicando un montón, están desarrollando su centro de investigación, ósea nosotros no estamos mal, podríamos estar mejor, pero definitivamente estamos mejor que en años anteriores, previo toda la época nefasta menemista que destruyo el país imagínate que le va a importar la ciencia si destruyo el país. Hoy por hoy estamos en una muy buena situación para el desarrollo de la ciencia en general. Ahora si uno ve esto en el contexto de la Argentina y siempre estamos bajoneados con todas las cosas que pasan que son ciertas, pero de cualquier manera fijáte lo que tenemos, miren donde estamos, estamos en el Museo Argentino de Ciencias Naturales, un edificio que empezaron a construirlo en 1925, un edificio que lo terminaron de construir en la década del 40, esta maravilla arquitectónica ya por esto solo, ya no se hacen mas, punto uno. Dos. Cuales son los países sudamericanos que tienen una institución así. La ignoro, la desconozco. Brasil tiene en Río de Janeiro, pero realmente esto es una maravilla de ciencias naturales. Las colecciones que atesora se remontan al principio de 1800, tenemos tesoros acá, no están desparramados o perdidos, los tenemos. Se desarrollan investigaciones, continúan las investigaciones, ósea hay un edificación, hay colecciones muy antiguas y se continúan las investigaciones. Esto es dinámico, el museo esta vivo, la ciencia en este aspecto esta viva, quiere decir que esto genera el interés de ustedes, el interés de un montón de jóvenes que vienen acá, chicos de los colegios, se genera mas vas sabes que este también este el semillero para futuros científicos, entonces veamos lo que tenemos y el efecto positivo que esto causa, si no estamos tan mal como uno podría imaginarse, podríamos estar mejor es cierto, pero estamos muy bien parados para decir las cosas las podemos mejorar.



Autores de las preguntas:
  • Cerneaz, Francisco
  • Nappe, Alfredo

jueves, 13 de mayo de 2010

La fábula de: " La cenicienta" (Reescritura)

Hace mucho tiempo un hombre tuvo una hija con su mujer. La niña fue llamada Cenicienta. Ella vivía con su padre, ya que su madre se había ido a otra ciudad.
Este hombre se casó con una mujer de alma malvada y tenía dos hijas más.
Un día trabajando en la mineríael padre murió de un infarto.
Su pequeña hija sufría diarios maltratos de su madrastra y dr sus tenebrosas hijas.
Llegó una noche donde el príncipe del reino hizo una gran fiesta donde todos fueron invitados, pero su madrastra no la dejo ir porque no tenia ropa y debia limpiar. Mientras se puso a limpiar las demás se fueron a la fiesta.
Entre sus lagrimas llegó el hada madrina, la dejo hermosa y en un carro elegante.
Ella fue al castillo y logró llamar la atención del príncipe y bailaron toda la noche. En un momento quedaron frente a frente y el príncipe la besó, cuando terminó la miró y quedó sorprendido al ver que se había transformado en una vieja arrugada y horrible. Todo esto sucedió porque el hada era malvada e hizo que el hechizo durara menos de lo esperado.
Esta salió corriendo para su carro y vio que se había convertido en piedra.
Estaba todo oscuro y ella corrió hacia la nada, pero terminó cayendo en un profundo pozo del cual no pudo salir y allí murió.
A los dos años una de las hermanastras estaba esperando un hijo del príncipe el cual le era infiel con su otra hermana.


Macarena Sapienza y Victoria Trias Viñes.

martes, 11 de mayo de 2010

La Fábula de: Los tres Chanchitos. (Reescritura)

Había una vez un lobito chiquitito que quería ser amigo de tres chanchitos que vivían muy cerca de su cueva, pero los tres chanchitos solo lo querían para comerlo. Los tres chanchitos fue fueron hasta la cueva del lobito pero él logró escapar.
El lobito fue hasta el bosque y se escondió en una casita de paja que él mismo hizo, pero los tres chanchitos lo encontraron y quemaron la casa de paja. El lobito hizo una casa de barro, pero los tres chanchitos la derrumbaron. Por ultimo el lobito se canso y construyó una casa de ladrillos y como los tres chanchitos no pudieron destruirla esperaron a que el lobito saliera de la casa.
Esperando se quedaron dormidos y los cazó un lobo mucho mas grande que ellos tres y se los comió.
Y el lobito vivió feliz junto al otro lobo.

jueves, 6 de mayo de 2010

Los seis cisnes




Tristes, una vez seis hermanos habían sido embrujados por un hombre muy perverso viejo y encorbado,este había convertido a los seis hermanos en seis blancos cisnes por medio dia, porque a la noche tenian forma humana.
La mayor,Mariana, la más rebelde decidió de hablar aunque le cueste la vida para que ella y sus hermanos puedan deshacerse del hechizo.
Mariana pasó la noche en un bosque encantado sin pronunciar una sola palabra.
Al dia siguiente un joven principe se enamoró de ella y se la llevó a su reino para que se convirtiera luego, en su esposa.
Mariana no quería casarse con él porque ella no estaba enamorada de ese principe que vivia con su madre en el castillo. Esta era muy buena persona y estaba muy contenta que su hijo por fin había encontrado al amor de su vida.
La joven, recibió la noticia que no tenía permitido casarse con nadie ni hablar si no no se cumpliría lo que ella más deseaba: romper el hechizo.Y además, el viejo perverso la obligaba a matar a su amado para salir completamente del hechizo ella y sus hermanos.
El dia de la boda Mariana muy triste le pusó veneno a la comida del principe, su amado, este la comió y cayó muerto en la sala. Luego su madre culpó a Mariana del hecho y la mandaron a matar a la hoguera. De repente cinco cisnes se posaron adelante de ella, en un instante las plumas de los seis cisnes se cayeron y cubrieron todo el piso, visualizando claramente a cada uno de los hermanos al fin mariana había cumplido lo que siempre quiso, deshacerse del hechizo. La liberaron de la hoguera y enseguida salió corriendo hasta la cima de la montaña que se encontraba al Oeste del bosque sus hermanos la siguieron detrás.
En la montaña encontró un liquído color rosado fosforecente lo agarró y se lo guardó en el bolsillo, rápidamente se dirijió al castillo a toda velocidad, entró por la ventana porque adelante no la dejaron entrar. Allí encontró el cuerpo del joven príncipe que yacia acostado en la cama, tenia un aspecto griaceo. La joven muy arrepentida lo contempló, en un instante sacó el frasco que contenía el líquido adentro, abrió la botella bebió el contenido y en un instante besó a su amado de repente l color le vino al cuerpo como magia y una sonrisa le cubrió la cara.
Mariana le explicó todo, el comprendió, ella se anamoró y después se casaron. Tres años mas tarde fue mamá de tres niñas y vivieron felices en el reino.

Los seis cisnes

Hallándose un rey de cacería en un gran bosque, salió en persecución de una pieza con tal ardor, que ninguno de sus acompañantes pudo seguirlo. Al anochecer detuvo su caballo y dirigiendo una mirada a su alrededor, se dio cuenta de que se había extraviado y, aunque trató de buscar una salida no logró encontrar ninguna. Vio entonces a una vieja, que se le acercaba cabeceando. Era una bruja.

- Buena mujer -le dijo el Rey-, ¿no podrías indicarme un camino para salir del bosque?.

- Oh, si, Señor rey -respondió la vieja-. Si puedo, pero con una condición. Si no la aceptáis, jamás saldréis de esta selva. Y moriréis de hambre.

- ¿Y qué condición es ésa? -preguntó el Rey.

- Tengo una hija -declaró la vieja-, hermosa como no encontraríais otra igual en el mundo entero, y muy digna de ser vuestra esposa. Si os comprometéis a hacerla Reina, os mostraré el camino para salir del bosque. El Rey, aunque angustiado en su corazón, aceptó el trato, y la vieja lo condujo a su casita, donde su hija estaba sentada junto al fuego. Recibió al Rey como si lo hubiese estado esperando, y aunque el soberano pudo comprobar que era realmente muy hermosa, no le gustó, y no podía mirarla sin un secreto terror. Cuando la doncella hubo montado en la grupa del caballo, la vieja indicó el camino al Rey, y la pareja llegó, sin contratiempo, al palacio, donde poco después se celebró la boda.

El Rey estuvo ya casado una vez, y de su primera esposa le habían quedado siete hijos: seis varones y una niña, a los que amaba más que todo en el mundo. Temiendo que la madrastra los tratara mal o llegara tal vez a causarles algún daño, los llevó a un castillo solitario, que se alzaba en medio de un bosque. Tan oculto estaba y tan difícil era el camino que conducía allá, que ni él mismo habría sido capaz de seguirlo a no ser por un ovillo maravilloso que un hada le había regalado. Cuando lo arrojaba delante de sí, se desenrollaba él solo y le mostraba el camino. Pero el rey salía con tanta frecuencia a visitar a sus hijos, que, al cabo, aquellas ausencias chocaron a la Reina, la cual sintió curiosidad por saber qué iba a hacer solo al bosque. Sobornó a los criados, y éstos le revelaron el secreto, descubriéndole también lo referente al ovillo, único capaz de indicar el camino. Desde entonces la mujer no tuvo un momento de reposo hasta que hubo averiguado el lugar donde su marido guardaba la milagrosa madeja. Luego confeccionó unas camisetas de seda blanca y, poniendo en práctica las artes de brujería aprendidas de su madre, hechizó las ropas. Un día en que el Rey salió de caza, cogió ella las camisetas y se dirigió al bosque. El ovillo le señaló el camino. Los niños, al ver desde lejos que alguien se acercaba, pensando que sería su padre, corrieron a recibirlo, llenos de gozo. Entonces ella les echó a cada uno una de las camisetas y, al tocar sus cuerpos, los transformó en cisnes, que huyeron volando por encima del bosque. Ya satisfecha regresó a casa creyéndose libre de sus hijastros. Pero resultó que la niña no había salido con sus hermanos, y la Reina ignoraba su existencia. Al día siguiente, el Rey fue a visitar a sus hijos y sólo encontró a la niña.

- ¿Dónde están tus hermanos? -le preguntó el Rey.

- ¡Ay, padre mío! -respondió la pequeña-. Se marcharon y me dejaron sola - y le contó lo que viera desde la ventana: cómo los hermanitos transformados en cisnes, habían salido volando por encima de los árboles; y le mostró las plumas que habían dejado caer y ella había recogido. Se entristeció el Rey, sin pensar que la Reina fuese la artista de aquella maldad. Temiendo que también le fuese robada la niña, quiso llevársela consigo. Mas la pequeña tenía miedo a su madrastra, y rogó al padre le permitiera pasar aquella noche en el castillo solitario.

Pensaba la pobre muchachita: "No puedo ya quedarme aquí; debo salir en busca de mis hermanos". Y, al llegar la noche, huyó a través del bosque. Anduvo toda la noche y todo el día siguiente sin descansar, hasta que la rindió la fatiga. Viendo una cabaña solitaria, entró en ella y halló un aposento con seis diminutas camas; pero no se atrevió a meterse en ninguna, sino que se deslizó debajo de una de ellas, dispuesta a pasar la noche sobre el duro suelo.

Más a la puesta del sol oyó un rumor y, al mismo tiempo, vio seis cisnes que entraban por la ventana. Se posaron en el suelo y se soplaron mutuamente las plumas, y éstas les cayeron, y su piel de cisne quedo alisada como una camisa. Entonces reconoció la niña a sus hermanitos y, contentísima, salió a rastras de debajo de la cama. No se alegraron menos ellos al ver a su hermana; pero el gozo fue de breve duración.


- No puedes quedarte aquí -le dijeron-, pues esto es una guarida de bandidos. Si te encuentran cuando lleguen, te matarán.

- ¿Y no podríais protegerme? -preguntó la niña.

- No -replicaron ellos-, pues sólo nos está permitido despojarnos, cada noche, que nuestro plumaje de cisne durante un cuarto de hora, tiempo durante el cual podemos vivir en nuestra figura humana, pero luego volvemos a transformarnos en cisnes.

Preguntó la hermanita, llorando:

- ¿Y no hay modo de desencantaros?

- No -dijeron ellos-, las condiciones son demasiado terribles. Deberías permanecer durante seis años sin hablar ni reír, y en este tiempo tendrías que confeccionarnos seis camisas de velloritas. Una sola palabra que saliera de tu boca, lo echaría todo a rodar.

Y cuando los hermanos hubieron dicho esto, transcurrido ya el cuarto de hora, volvieron a remontar el vuelo, saliendo por la ventana.

Pero la muchacha había adoptado la firme resolución de redimir a sus hermanos, aunque le costase la vida. Salió de la cabaña y se fue al bosque, donde pasó la noche, oculta entre el ramaje de un árbol. A la mañana siguiente empezó a recoger velloritas para hacer las camisas. No podía hablar con nadie, y, en cuanto a reír, bien pocos motivos tenía. Llevaba ya mucho tiempo en aquella situación, cuando el Rey de aquel país, yendo de cacería por el bosque, pasó cerca del árbol que servía de morada a la muchacha. Unos monteros la vieron y la llamaron:

- ¿Quién eres? -pero ella no respondió.

- Baja -insistieron los hombres-. No te haremos ningún daño -. Más la doncella se limitó a sacudir la cabeza. Los cazadores siguieron acosándola a preguntas, y ella les echó la cadena de oro que llevaba al cuello, creyendo que así se darían por satisfechos. Pero como los hombres insistieran, les echó el cinturón y luego las ligas y, poco a poco, todas las prendas de que pudo desprenderse, quedando, al fin, sólo con la camiseta. Más los tercos cazadores treparon a la copa del árbol y, bajando a la muchacha, la condujeron ante el Rey, el cual le pregunto:

- ¿Quién eres? ¿Qué haces en el árbol? -pero ella no respondió. El Rey insistió, formulando de nuevo las mismas preguntas en todas las lenguas que conocía. Pero en vano; ella permaneció siempre muda. No obstante, viéndola tan hermosa, el Rey se sintió enternecido, y en su alma nació un gran amor por la muchacha. La envolvió en su manto y, subiéndola a su caballo, la llevó a palacio. Una vez allí mandó vestirla con ricas prendas, viéndose entonces la doncella más hermosa que la luz del día. Más no hubo modo de arrancarle una sola palabra. Sentóla a su lado en la mesa y su modestia y recato le gustaron tanto, que dijo:

- La quiero por esposa, y no querré a ninguna otra del mundo.

Y al cabo de algunos días se celebró la boda. Pero la madre del Rey era una mujer malvada, a quien disgustó aquel casamiento, y no cesaba de hablar mal de su nuera.

- ¡Quién sabe de dónde ha salido esta chica que no habla! -Murmuraba-. Es indigna de un Rey.

Transcurrido algo más de un año, cuando la Reina tuvo su primer hijo, la vieja se lo quitó mientras dormía, y manchó de sangre la boca de la madre. Luego se dirigió al Rey y la acusó de haber devorado al niño. El Rey se negó a darle crédito, y mandó que nadie molestara a su esposa. Ella, empero, seguía ocupada constantemente en la confección de las camisas, sin atender otra cosa. Y con el próximo hijo que tuvo, la suegra repitió la maldad, sin que tampoco el Rey prestara oídos a sus palabras.

Dijo:- Es demasiado piadosa y buena, para ser capaz de actos semejantes. Si no fuese muda y pudiese defenderse, su inocencia quedaría bien patente.

Pero cuando, por tercera vez, la vieja robó al niño recién nacido y volvió a acusar a la madre sin que ésta pronunciase una palabra en su defensa, el Rey no tuvo más remedio que entregarla un tribunal, y la infeliz reina fue condenada a morir en la hoguera.

El día señalado para la ejecución de la sentencia resultó ser el que marcaba el término de los seis años durante los cuales le había estado prohibido hablar y reír. Así había liberado a sus queridos hermanos del hechizo que pesaba sobre ellos. Además, había terminado las seis camisas, y sólo a la última le faltaba la manga izquierda. Cuando fue conducida la hoguera, se puso las camisas sobre el brazo y cuando, ya atada al poste del tormento, dirigió una mirada a su alrededor, vio seis cisnes, que se acercaban en raudo vuelo. Comprendiendo que se aproximaba el momento de su liberación, sintió una gran alegría. Los cisnes llegaron a la pira y se posaron en ella, a fin de que su hermana les echara las camisas; y no bien éstas hubieron tocado sus cuerpos, se les cayó el plumaje de ave y surgieron los seis hermanos en su figura natural, sanos y hermosos. Sólo al menor le faltaba el brazo izquierdo, sustituido por un ala de cisne. Se abrazaron y se besaron, y la Reina, dirigiéndose al Rey, que asistía, consternado, a la escena, rompiendo, por fin, a hablar, le dijo:

- Esposo mío amadísimo, ahora ya puedo hablar y declarar que sido calumniada y acusada falsamente -y relató los engaños de que había sido víctima por la maldad de la vieja, que le había robado los tres niños, ocultándolos.

Los niños fueron recuperados, con gran alegría del Rey, y la perversa suegra, en castigo, hubo de subir a la hoguera y morir abrasada. El Rey y la Reina, con sus seis hermanos, vivieron largos años en paz y felicidad.

El patito feo



En un nido, un pato hembra va a tener un patito. Cuando nació era el patito más lindo. Cuando creció a la edad de un pato adolescente, el pato se hizo malo, un malcriado. Siempre el pato se peleaba con todos sus compañeros de escuela para patos.

Un día lo empezaron a llamar sus compañeros pato feo. Le decían: -Odioso pato feo te crees que sos el mejor pero no sos nadie.-.

Desde ese día empezó a cambiar y sus compañeros lo empezaron a querer más. Se enamoró de un pato hembra. Y vivió feliz por siempre. FIN

Publicado por: Alfredo

Las batallas contraopositorias

Érase un día cuando un rey estaba gravemente enfermo nadie pensaba que se iba a curar de su mal, tenía tres hijos que lloraban por él, en el jardín del palacio.

El anciano yacía en su cama enfermo y casi sin respirar ordenó a sus súbditos
que si él falleciera dejaría el trono a sus tres hijos.
A la mañana del día siguiente la noticia llegó a todo el pueblo, el rey había muerto.Como sólo un hijo varón podía heredar el trono del rey se generó un conflicto
entre los tres hermanos.
Ellos decidieron luchar por el trono de su padre con el fin de que uno se quede con el trono de forma justa.
Como los dos hermanos mayores no querían al menor porque siempre había sido el preferido y no querían que herede el trono decidieron unirse y atentar contra el menor de los hermanos.
Al día siguiente que comenzaba la batalla los dos hermanos le hicieron una trampa al
hermano menor haciéndolo perder la batalla al finaliza la lucha el hermano se queda sin poder levantarse del piso.
Los dos hermanos mayores orgullosos por su victoria se empezaron a pelear y a discutir
por el trono de su padre y así quedaron castigados por sus hechos los dos hermanos porque nunca pudieron decidirse quien heredaba el trono y siempre estuvieron en guerra.

El agua de la Vida

Enfermó una vez un rey tan gravemente, que nadie creía que pudiera curarse. Tenía tres hijos, los cuales, apesadumbrados por la dolencia de su padre, salieron un día a llorar al jardín de palacio. Encontráronse allí con un anciano, que les preguntó por el motivo de su aflicción. Ellos le explicaron que su padre estaba muy enfermo y no tardaría en morir, pues no se encontraba ningún remedio a su mal.

Díjoles el viejo: - Pues yo conozco uno: el agua de vida. Quien bebe de ella, sana. Sólo que es difícil encontrarla.

Al oír esto, exclamó el mayor: - ¡Yo la encontraré! -y, presentándose al doliente Rey, le pidió autorización para partir en busca de aquella agua de vida, única capaz de curarlo.

- No -respondió el Rey-. Es demasiado peligroso. Prefiero morir.

Pero el hijo insistió con tanta vehemencia, que, al fin, el Rey cedió. Pensaba el príncipe en su corazón: «Si vuelvo con el agua, pasaré a ser el favorito de mi padre y heredaré el trono».

Púsose, pues, en camino y, al cabo de algunas horas de cabalgar, salióle al paso un enano, que lo llamó y le dijo: - ¿Adónde vas tan deprisa?

- ¡Renacuajo estúpido -respondióle el príncipe con altivez-, eso es cosa que no te importa! -y siguió su ruta.

El enano se enojó ante esta respuesta y le lanzó una maldición. Poco después, el mozo entró en una garganta, y cuanto más se adentraba en ella, más se estrechaban las montañas a ambos lados, hasta que, al cabo, el camino se hizo tan angosto, que el príncipe no pudo dar un paso más; y no siéndole tampoco posible hacer dar la vuelta al caballo y desmontar, quedó aprisionado en aquella estrechura.

El rey enfermo estuvo aguardando largo tiempo su vuelta, sin que el mozo apareciera. Entonces pidió el hijo segundo: - Padre, déjame ir a mí en busca del agua de vida -mientras pensaba: «Si mi hermano ha muerto, para mí será la corona». Al principio, el Rey no quería dejarlo partir, pero acabó accediendo.

Siguió el príncipe el mismo camino que su hermano, y se encontró también con el enanito, que lo detuvo y le preguntó adónde iba con tanta prisa. - ¡Figurilla! -respondióle el príncipe-, ¿qué te importa? -y prosiguió adelante sin preocuparse más del hombrecillo. Pero éste lo maldijo también, enviándolo, como al otro, a una estrecha garganta de la cual no pudo salir. Eso les pasa a los soberbios.

Ante la tardanza del hijo segundo, ofrecióse el tercero a partir en busca del agua, y el Rey hubo de ceder también a sus instancias. Al encontrarse con el enano, y ante su pregunta sobre el objeto de su viaje, detúvose el mozo y le contestó con buenas palabras: - Voy en busca del agua de vida, pues mi padre se halla gravemente enfermo.

- ¿Y ya sabes dónde encontrarla?

- No -respondió el príncipe.

- Ya que te has portado cortésmente y no con insolencia, como tus desleales hermanos, te informaré sobre el modo de obtener el agua de vida. Fluye de una fuente en el patio de un castillo encantado, en el cual no podrás penetrar si antes yo no te doy una varilla de hierro y dos panes. Con la vara golpearás por tres veces la puerta del castillo. La puerta se te abrirá enseguida; dentro hay dos leones, que te recibirán con abiertas fauces; pero si les arrojas los panes, se apaciguarán. Corre entonces a buscar el agua milagrosa antes de que den las doce, pues a aquella hora se cerrará la puerta y quedarías prisionero.

Dióle el príncipe las gracias y, tomando la varilla y los panes, púsose en camino. Todo sucedió tal como le anunciara el enano. Abrióse la puerta al tercer golpe y, una vez hubo amansado a los leones echándoles el pan, adentróse en el castillo y llegó a una espaciosa y magnífica sala, donde yacían príncipes encantados, a los que quitó las sortijas de los dedos, llevándose, asimismo, una espada y un pan que estaban en la habitación. Pasó luego a otro aposento, ocupado por una hermosa doncella, que mostró gran alegría al verlo y que, besándolo, le dijo que la había desencantado, por lo cual le daría todo su reino y si volvía a buscarla dentro un año celebrarían su boda. Díjole también dónde estaba la fuente del agua de vida, advirtiéndole de la necesidad de retirarse antes de las doce.

Prosiguió el príncipe. y llegó, finalmente, a una habitación que contenía una magnífica cama, acabada de hacer. Sentíase fatigado y pensó en descansar un ratito; pero en cuanto se echó, se quedó dormido, y cuando despertó estaban dando las doce menos cuarto. Levantándose de un brinco, asustado, precipitóse a la fuente, llenó de agua un frasco que había al lado y se retiró a toda prisa. En el mismo momento en que sonaban las campanadas de las doce cruzaba el dintel, y la puerta, cerrándose bruscamente, le arrancó un pedazo de tacón.

Contento de tener el agua de vida, reemprendió el camino de su casa y volvió a pasar por donde estaba el enano. Al ver éste la espada y el pan, le dijo: - Con estos dos objetos has adquirido grandes tesoros: La espada te servirá para vencer a ejércitos enteros, y, en cuanto al pan, es inagotable.

El príncipe, no queriendo regresar sin sus hermanos, le dijo al enanito: - Mi querido enano, ¿no me dirías dónde se hallan mis hermanos? Partieron antes que yo en busca del agua de vida, y no volvieron.

- Están encerrados entre dos montañas -le respondió el hombrecillo-. Les encanté como castigo por su insolencia.

Rogóle el príncipe tan insistentemente, que, al fin, el enano se avino a libertarlos; pero le advirtió: - ¡Guárdate de ellos, que tienen mal corazón!

Al llegar sus hermanos, él se alegró mucho y les contó cuanto le había sucedido: que había encontrado el agua de vida, de la cual traía un frasco lleno, y que había desencantado a una bella princesa, a la cual debía ir a buscar dentro de un año para casarse con ella y recibir un gran reino. Partieron luego los tres juntos y llegaron a un país asolado por el hambre y la guerra, cuyo rey lo daba ya todo por perdido; tan apurada era la situación. Presentósele el príncipe y le dio el pan, con el cual pudo alimentar y aun saciar a todo su pueblo. Luego le prestó la espada; y, gracias a ella, fueron derrotados los ejércitos enemigos, y el país pudo vivir en paz y tranquilidad. Recogiendo el príncipe el pan y la espada, prosiguió el camino con sus hermanos, encontrando, a su paso, otros dos países, azotados también por el hambre y la guerra, a cuyas plagas pusieron nuevamente remedio el pan y la espada. De este modo, el joven príncipe había salvado a tres reinos.

Después se embarcaron y se hicieron a la mar. Durante la travesía, los dos mayores se dijeron: - El pequeño ha encontrado el agua de vida, y nosotros, no; en pago, nuestro padre le dará el reino que nos pertenece, y él se quedará con nuestra fortuna.

Y, sedientos de venganza, se conjuraron para perderlo.

Aguardando a que estuviese dormido, le cambiaron el agua de vida del frasco por agua de mar, y ellos se quedaron la milagrosa. Al llegar a su casa, el menor llevó al rey enfermo la copa para que, bebiendo de ella, se curase; pero no bien el viejo hubo probado la amarga agua de mar, púsose más enfermo que antes. Y, al oír que se lamentaba, entrando los dos hijos mayores, acusaron a su hermano de haber tratado de envenenarle y le sirvieron el agua verdaderamente eficaz. Apenas la hubo tragado, sintió que su dolencia desaparecía y que recuperaba la salud, quedando fuerte y vigoroso como en su juventud.

Saliendo los dos mayores al encuentro del menor, burláronse de él, diciéndole: - Cierto que fuiste tú quien encontró el agua de vida; pero has cargado con el trabajo, y nosotros, con el premio. Tenías que ser más listo y mantener los ojos abiertos; te la quitamos en el barco, mientras dormías, y, dentro de un año, uno de nosotros te quitará también la bella princesa. Pero guárdate muy bien de descubrirnos. Nuestro padre no te creerá, y si dices una sola palabra, te costará la vida; pero si callas, te la respetaremos.

El anciano rey guardaba rencor a su hijo tercero, creyendo que había tratado de atentar contra su vida. Mandó reunir la Corte y fue dictada sentencia por la que el príncipe debía ser muerto secretamente. Hallándose éste un día de caza sin sospechar nada malo, lo acompañó uno de los monteros del Rey. Al llegar al bosque, solos los dos, notó el príncipe que el hombre estaba triste y le preguntó: - ¿Qué te ocurre, montero amigo?

Replicó el cazador: - No puedo decirlo, y, sin embargo, debería hacerlo.

Insistió el príncipe: - Dime lo que sea; te perdonaré.

- ¡Ay! -exclamó el montero-, el Rey me ha dado orden de mataros de un tiro.

Asustóse el mozo y dijo al hombre: - Mi buen montero, no me quites la vida. Te cambiaré mi real vestido por el pobre tuyo.

- Lo haré gustoso -dijo el otro-; de ningún modo habría podido disparar contra vos.

Cambiaron de vestidos, y el cazador se marchó a su casa, mientras el príncipe se internaba en el bosque. Transcurrido algún tiempo, llegaron a la Corte del anciano rey tres coches cargados de oro y piedras preciosas destinados al príncipe menor. Enviábanlos los tres soberanos que, con la espada y el pan que él les prestara, habían derrotado a los enemigos y dado de comer a sus respectivos pueblos. Pensó entonces el viejo Monarca: «¿Y si mi hijo fuera inocente?», y dijo a los que le rodeaban: - ¡Ojalá viviera! ¡Cómo lamento el haber ordenado darle muerte!

- ¡Vive aún! -exclamó el montero-. Yo no tuve valor para cumplir vuestra orden -y explicó al Rey cómo habían ocurrido las cosas. El Rey sintióse muy aliviado, y dio orden de pregonar por todo el reino que su hijo podía volver a palacio, donde sería recibido con todo afecto.

Por su parte, la princesa mandó construir una carretera, que partía de su palacio, toda de oro, brillantísima, y dijo a sus cortesanos que quien llegase por ella directamente, sería su verdadero prometido: debían dejarle el paso libre. Pero el que viniese por caminos laterales, sería un impostor y debían cerrarle el acceso al alcázar. Al acercarse el tiempo fijado, pensó el mayor que debía darse prisa en dirigirse a la mansión de la princesa y presentarse como su libertador; se casaría con ella y subiría al trono. Emprendió, pues, el viaje y, al acercarse al palacio, viendo la hermosa carretera de oro, pensó: «¡Sería una lástima cabalgar por ella!», y, desviándose, tomó por un camino lateral. Mas al llegar frente a la puerta dijéronle los guardas que, no siendo el príncipe elegido, debía volverse.

Poco después partió el segundo, y al llegar a la carretera de oro, y cuando ya el caballo había puesto el pie en ella, pensó: «¡Sería lástima, podría desgastarla!», y tomó por la izquierda. En la puerta rechazáronlo los guardas, diciéndole que no era el elegido, y que se volviese. Y cuando ya hubo transcurrido el año, el hermano tercero se dispuso, a su vez, a abandonar el bosque y trasladarse al palacio de su amada, donde sus penas encontrarían término. Púsose, pues, en camino, y, tan absorto iba pensando en su prometida, que ni siquiera reparó en que la carretera era de oro, y su caballo siguió por el centro de la calzada. Al llegar a la puerta le abrieron enseguida; la princesa lo recibió con grandes muestras de alegría, diciendo que era su libertador y señor del reino, y celebróse la boda con extraordinario regocijo. Cuando estuvieron casados, contóle la princesa que su padre había enviado mensajeros para comunicarle su perdón. Trasladóse él entonces a su palacio y contó al anciano rey el engaño de que lo habían hecho víctima sus hermanos, y que él no había revelado. El Soberano quiso castigarlos, pero ellos se habían fugado en un barco y jamás volvieron a su patria.
version de la pagina de los hermanos grimn

lunes, 3 de mayo de 2010

"Caperucita Roja" de TRiunfo Arciniegas

SE DÍA ENCONTRÉ EN EL BOSQUE la flor más linda de mi vida. Yo, que siempre he sido de buenos sentimientos y terrible admirador de la belleza, no me creí digno de ella y busqué a alguien para ofrecérsela. Fui por aquí, fui por allá, hasta que tropecé con la niña que le decían Caperucita Roja. La conocía pero nunca había tenido la ocasión de acercarme. La había visto pasar hacia la escuela con sus compañeros desde finales de abril. Tan locos, tan traviesos, siempre en una nube de polvo, nunca se detuvieron a conversar conmigo, ni siquiera me hicieron un adiós con la mano. Qué niña más graciosa. Se dejaba caer las medias a los tobillos y una mariposa ataba su cola de caballo. Me quedaba oyendo su risa entre los árboles. Le escribí una carta y la encontré sin abrir días después, cubierta de polvo, en el mismo árbol y atravesada por el mismo alfiler. Una vez vi que le tiraba la cola a un perro para divertirse. En otra ocasión apedreaba los murciélagos del campanario. La última vez llevaba de la oreja un conejo gris que nadie volvió a ver.

Detuve la bicicleta y desmonté. La saludé con respeto y alegría. Ella hizo con el chicle un globo tan grande como el mundo, lo estalló con la uña y se lo comió todo. Me rasqué detrás de la oreja, pateé una piedrecita, respiré profundo, siempre con la flor escondida. Caperucita me miró de arriba abajo y respondió a mi saludo sin dejar de masticar.

–¿Qué se te ofrece? ¿Eres el lobo feroz?

Me quedé mudo. Sí era el lobo pero no feroz. Y sólo pretendía regalarle una flor recién cortada. Se la mostré de súbito, como por arte de magia. No esperaba que me aplaudiera como a los magos que sacan conejos del sombrero, pero tampoco ese gesto de fastidio. Titubeando, le dije:

–Quiero regalarte una flor, niña linda.

–¿Esa flor? No veo por qué.

–Está llena de belleza –dije, lleno de emoción.

–No veo la belleza –dijo Caperucita–. Es una flor como cualquier otra.
Sacó el chicle y lo estiró. Luego lo volvió una pelotita y lo regresó a la boca. Se fue sin despedirse. Me sentí herido, profundamente herido por su desprecio. Tanto, que se me soltaron las lágrimas. Subí a la bicicleta y le di alcance.

–Mira mi reguero de lágrimas.

–¿Te caíste? –dijo–. Corre a un hospital.

–No me caí.

–Así parece porque no te veo las heridas.

–Las heridas están en mi corazón -dije.

–Eres un imbécil.

Escupió el chicle con la violencia de una bala.

Volvió a alejarse sin despedirse.

Sentí que el polvo era mi pecho, traspasado por la bala de chicle, y el río de la sangre se estiraba hasta alcanzar una niña que ya no se veía por ninguna parte. No tuve valor para subir a la bicicleta. Me quedé toda la tarde sentado en la pena. Sin darme cuenta, uno tras otro, le arranqué los pétalos a la flor. Me arrimé al campanario abandonado pero no encontré consuelo entre los murciélagos, que se alejaron al anochecer. Atrapé una pulga en mi barriga, la destripé con rabia y esparcí al viento los pedazos. Empujando la bicicleta, con el peso del desprecio en los huesos y el corazón más desmigajado que una hoja seca pisoteada por cien caballos, fui hasta el pueblo y me tomé unas cervezas. "Bonito disfraz", me dijeron unos borrachos, y quisieron probárselo. Esa noche había fuegos artificiales. Todos estaban de fiesta. Vi a Caperucita con sus padres debajo del samán del parque. Se comía un inmenso helado de chocolate y era descaradamente feliz. Me alejé como alma que lleva el diablo.

Volví a ver a Caperucita unos días después en el camino del bosque.

–¿Vas a la escuela? –le pregunté, y en seguida me di cuenta de que nadie asiste a clases con sandalias plateadas, blusa ombliguera y faldita de juguete.

–Estoy de vacaciones –dijo–. ¿O te parece que éste es el uniforme?

El viento vino de lejos y se anidó en su ombligo.

–¿Y qué llevas en el canasto?

–Un rico pastel para mi abuelita. ¿Quieres probar?

Casi me desmayo de la emoción. Caperucita me ofrecía su pastel. ¿Qué debía hacer? ¿Aceptar o decirle que acababa de almorzar? Si aceptaba pasaría por ansioso y maleducado: era un pastel para la abuela. Pero si rechazaba la invitación, heriría a Caperucita y jamás volvería a dirigirme la palabra. Me parecía tan amable, tan bella. Dije que sí.

–Corta un pedazo.

Me prestó su navaja y con gran cuidado aparté una tajada. La comí con delicadeza, con educación. Quería hacerle ver que tenía maneras refinadas, que no era un lobo cualquiera. El pastel no estaba muy sabroso, pero no se lo dije para no ofenderla. Tan pronto terminé sentí algo raro en el estómago, como una punzada que subía y se transformaba en ardor en el corazón.

–Es un experimento –dijo Caperucita–. Lo llevaba para probarlo con mi abuelita pero tú apareciste primero. Avísame si te mueres.

Y me dejó tirado en el camino, quejándome.

Así era ella, Caperucita Roja, tan bella y tan perversa. Casi no le perdono su travesura. Demoré mucho para perdonarla: tres días. Volví al camino del bosque y juro que se alegró de verme.

–La receta funciona –dijo–. Voy a venderla.

Y con toda generosidad me contó el secreto: polvo de huesos de murciélago y picos de golondrina. Y algunas hierbas cuyo nombre desconocía. Lo demás todo el mundo lo sabe: mantequilla, harina, huevos y azúcar en las debidas proporciones. Dijo también que la acompañara a casa de su abuelita porque necesitaba de mí un favor muy especial. Batí la cola todo el camino. El corazón me sonaba como una locomotora. Ante la extrañeza de Caperucita, expliqué que estaba en tratamiento para que me instalaran un silenciador. Corrimos. El sudor inundó su ombligo, redondito y profundo, la perfección del universo. Tan pronto llegamos a la casa y pulsó el timbre, me dijo:

–Cómete a la abuela.

Abrí tamaños ojos.

–Vamos, hazlo ahora que tienes la oportunidad.

No podía creerlo.

Le pregunté por qué.

–Es una abuela rica –explicó–. Y tengo afán de heredar.

No tuve otra salida. Todo el mundo sabe eso. Pero quiero que se sepa que lo hice por amor. Caperucita dijo que fue por hambre. La policía se lo creyó y anda detrás de mí para abrirme la barriga, sacarme a la abuela, llenarme de piedras y arrojarme al río, y que nunca se vuelva a saber de mí.

Quiero aclarar otros asuntos ahora que tengo su atención, señores.
Caperucita dijo que me pusiera las ropas de su abuela y lo hice sin pensar. No veía muy bien con esos anteojos. La niña me llevó de la mano al bosque para jugar y allí se me escapó y empezó a pedir auxilio. Por eso me vieron vestido de abuela. No quería comerme a Caperucita, como ella gritaba. Tampoco me gusta vestirme de mujer, mis debilidades no llegan hasta allá. Siempre estoy vestido de lobo.

Es su palabra contra la mía. ¿Y quién no le cree a Caperucita? Sólo soy el lobo de la historia.

Aparte de la policía, señores, nadie quiere saber de mí.

Ni siquiera Caperucita Roja. Ahora más que nunca soy el lobo del bosque, solitario y perdido, envenenado por la flor del desprecio. Nunca le conté a Caperucita la indigestión de una semana que me produjo su abuela. Nunca tendré otra oportunidad. Ahora es una niña muy rica, siempre va en moto o en auto, y es difícil alcanzarla en mi destartalada bicicleta. Es difícil, inútil y peligroso. El otro día dijo que si la seguía molestando haría conmigo un abrigo de piel de lobo y me enseñó el resplandor de la navaja. Me da miedo. La creo muy capaz de cumplir su promesa.



Triunfo Arciniegas,
Escritor colombiano, es autor de una amplia bibliografía dedicada a los niños y jóvenes lectores, que incluye títulos como La silla que perdió una pata y otras historias, El león que escribía cartas de amor, Caperucita Roja y otras historias perversas, Los casibandidos que casi roban el sol, Serafín es un diablo y Mambrú se fue a la guerra. Obtuvo el premio Enka, en 1989, con su novela para niños Las batallas de Rosalino, y el premio nacional Colcultura, en 1993, con La muchacha de Transilvania.

"Caperucita Roja" de los hermanos Grimm


Érase una vez una pequeña y dulce coquetuela, a la que todo el mundo quería, con sólo verla una vez; pero quien más la quería era su abuela, que ya no sabía ni qué regalarle. En cierta ocasión le regaló una caperuza de terciopelo rojo, y como le sentaba tan bien y la niña no quería ponerse otra cosa, todos la llamaron de ahí en adelante Caperucita Roja.

Un buen día la madre le dijo :

- Mira Caperucita Roja, aquí tienes un trozo de torta y una botella de vino para llevar a la abuela, pues está enferma y débil, y esto la reanimará. Arréglate antes de que empiece el calor, y cuando te marches, anda con cuidado y no te apartes del camino: no vaya a ser que te caigas, se rompa la botella y la abuela se quede sin nada. Y cuando llegues a su casa, no te olvides de darle los buenos días, y no te pongas a hurguetear por cada rincón.

- Lo haré todo muy bien, seguro - asintió Caperucita Roja, besando a su madre.

La abuela vivía lejos, en el bosque, a media hora de la aldea. Cuando Caperucita Roja llegó al bosque, salió a su encuentro el lobo, pero la niña no sabía qué clase de fiera maligna era y no se asustó.

- ¡Buenos días, Caperucita Roja! - la saludó el lobo.

- ¡Buenos días, lobo!

- ¿A dónde vas tan temprano, Caperucita Roja? -dijo el lobo.

- A ver a la abuela.

- ¿Qué llevas en tu canastillo?

- Torta y vino; ayer estuvimos haciendo pasteles en el horno; la abuela está enferma y débil y necesita algo bueno para fortalecerse.

- Dime, Caperucita Roja, ¿dónde vive tu abuela?

- Hay que caminar todavía un buen cuarto de hora por el bosque; su casa se encuentra bajo las tres grandes encinas; están también los avellanos; pero eso, ya lo sabrás -dijo Caperucita Roja.

El lobo pensó: "Esta joven y delicada cosita será un suculento bocado, y mucho más apetitoso que la vieja. Has de comportarte con astucia si quieres atrapar y tragar a las dos". Entonces acompañó un rato a la niña y luego le dijo :

- Caperucita Roja, mira esas hermosas flores que te rodean; sí, pues, ¿por qué no miras a tu alrededor?; me parece que no estás escuchando el melodioso canto de los pajarillos, ¿no es verdad? Andas ensimismada como si fueras a la escuela, ¡y es tan divertido corretear por el bosque!

Caperucita Roja abrió mucho los ojos, y al ver cómo los rayos del sol danzaban, por aquí y por allá, a través de los árboles, y cuántas preciosas flores había, pensó: "Si llevo a la abuela un ramo de flores frescas se alegrará; y como es tan temprano llegaré a tiempo". Y apartándose del camino se adentró en el bosque en busca de flores. Y en cuanto había cortado una, pensaba que más allá habría otra más bonita y, buscándola, se internaba cada vez más en el bosque. Pero el lobo se marchó directamente a casa de la abuela y golpeó a la puerta.

- ¿Quién es?

- Soy Caperucita Roja, que te trae torta y vino; ábreme.

- No tienes más que girar el picaporte - gritó la abuela-; yo estoy muy débil y no puedo levantarme.

El lobo giró el picaporte, la puerta se abrió de par en par, y sin pronunciar una sola palabra, fue derecho a la cama donde yacía la abuela y se la tragó. Entonces, se puso las ropas de la abuela, se colocó la gorra de dormir de la abuela, cerró las cortinas, y se metió en la cama de la abuela.

Caperucita Roja se había dedicado entretanto a buscar flores, y cogió tantas que ya no podía llevar ni una más; entonces se acordó de nuevo de la abuela y se encaminó a su casa. Se asombró al encontrar la puerta abierta y, al entrar en el cuarto, todo le pareció tan extraño que pensó: ¡Oh, Dios mío, qué miedo siento hoy y cuánto me alegraba siempre que veía a la abuela!". Y dijo :

- Buenos días, abuela.

Pero no obtuvo respuesta. Entonces se acercó a la cama, y volvió a abrir las cortinas; allí yacía la abuela, con la gorra de dormir bien calada en la cabeza, y un aspecto extraño.

- Oh, abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes!

- Para así, poder oírte mejor.

- Oh, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!

- Para así, poder verte mejor.

- Oh, abuela, ¡qué manos tan grandes tienes!

- Para así, poder cogerte mejor.

- Oh, abuela, ¡qué boca tan grandes y tan horrible tienes!

- Para comerte mejor.

No había terminado de decir esto el lobo, cuando saltó fuera de la cama y devoró a la pobre Caperucita Roja.

Cuando el lobo hubo saciado su voraz apetito, se metió de nuevo en la cama y comenzó a dar sonoros ronquidos. Acertó a pasar el cazador por delante de la casa, y pensó: "¡Cómo ronca la anciana!; debo entrar a mirar, no vaya a ser que le pase algo". Entonces, entró a la alcoba, y al acercarse a la cama, vio tumbado en ella al lobo.

- Mira dónde vengo a encontrarte, viejo pecador! – dijo -; hace tiempo que te busco.

Entonces le apuntó con su escopeta, pero de pronto se le ocurrió que el lobo podía haberse comido a la anciana y que tal vez podría salvarla todavía. Así es que no disparó sino que cogió unas tijeras y comenzó a abrir la barriga del lobo. Al dar un par de cortes, vio relucir la roja caperuza; dio otros cortes más y saltó la niña diciendo :

- ¡Ay, qué susto he pasado, qué oscuro estaba en el vientre del lobo!

Y después salió la vieja abuela, también viva aunque casi sin respiración. Caperucita Roja trajo inmediatamente grandes piedras y llenó la barriga del lobo con ellas. Y cuando el lobo despertó, quiso dar un salto y salir corriendo, pero el peso de las piedras le hizo caer, se estrelló contra el suelo y se mató.
Los tres estaban contentos. El cazador le arrancó la piel al lobo y se la llevó a casa. La abuela se comió la torta y se bebió el vino que Caperucita Roja había traído y Caperucita Roja pensó: "Nunca más me apartaré del camino y adentraré en el bosque cuando mi madre me lo haya pedido."